El materialismo mágico
Wednesday, July 05, 2006
 


La factoría de noticias

El ámbito de trabajo del periodista, en estos tiempos de concentración mediática y tecnológica, sufre grandes transformaciones, que lo llevan a ocupar la tarea de simple eslabón en una cadena de montaje.

Por Daniel Héctor

El periodista es una figura con mucho prestigio en la sociedad, debido al importante rol de representación social, que históricamente ha tenido este oficio.

Desde los tiempos en que las comunicaciones eran lentas y las noticias transitaban en barcos y carretas, le tocó al periodista la importante función de cronicar, analizar, contextuar y hasta escribir la historia de los pueblos. Tal vez por eso, esta es una actividad mistificada por la sociedad. La gente imagina al periodista como un aventurero y un buscador inclaudicable de la verdad.

Rodolfo Walsh en su triple condición de periodista, militante y escritor, representa más allá de las ideas, al icono del profesional honesto y comprometido con las causas justas, contrastando en el imaginario colectivo, con ese periodista “objetivo”, comprometido solo en su rol de complacer a la “clientela” y a los auspiciantes.

Sin embargo, esta visión romántica del oficio del periodista, está muy lejos de la realidad que les toca vivir hoy, a los profesionales de la información. Tiempos en que una segunda revolución industrial está cambiando frenéticamente la faz del planeta y, cuando la tecnología, la economía y la libertad de empresa, constituyen la santa trinidad que veneran extasiados los habitantes del mundo civilizado.

La aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), facilitaron la denominada convergencia tecnológica (informática + telecomunicaciones + tecnología de redes), hecho que a su vez desencadenó la concentración económica del mercado de las comunicaciones, en unas pocas empresas a nivel planetario.

La palabra tiene dueño

En 1980, en la Argentina de la dictadura militar de Videla, se promulgó la ley de radiodifusión 22.285 (todavía hoy vigente), norma con un claro sesgo privatizador, ya que le permitía a las empresas privadas, la licitación de frecuencias de radio y televisión (patrimonio de todos los argentinos), y excluía expresamente de este reparto, a las organizaciones no comerciales: cooperativas y entidades de bien público, como así también a las empresas del periodismo gráfico.

En 1989, no bien iniciada la era Menen, esta cuestión fue debidamente atendida.

El diario Clarín (acorde con los tiempos) estaba interesado en expandir su actividad mediática y adquirir un canal de TV abierta, pero la 22.285 se lo impedía. Luego de cortas “negociaciones” con el gobierno justicialista, alcanzó su objetivo. Mediante un decreto, Menen introdujo reformas en la ley, que le permitieron a las empresas de la prensa gráfica, adquirir frecuencias radioeléctricas de radio y TV, así el gran diario argentino se hizo de Canal 13.

Las cooperativas y las organizaciones sociales sin fines de lucro, no tuvieron la misma suerte, aún hoy continúan excluidas, con sus derechos violados, lidiando en todos los estrados, en busca de una frecuencia radioeléctrica.

Estas reformas, dispararon la acelerada privatización de los medios de comunicación, en manos de grandes conglomerados comerciales, de capital nacional y transnacional (asociados), que aglutinaron a medios gráficos y audiovisuales (electrónicos), los llamados Multimedios.

Hoy, el mapa de los dueños de los medios en Argentina, es una intrincada telaraña de intereses entrelazados, con muy pocos protagonistas: el grupo Clarín, la españolísima Telefónica, el grupo Uno (Vila, Manzano, Mas Canosa), los grupos Hicks, CIE, Avila, Cisneros, y donde no faltan también oscuros personajes, como el banquero Raúl Moneta, el periodista Daniel Hadad o el ex político, devenido en empresario, José Luís Manzano.

Estos mastodontes mediáticos, abarcan en la actualidad, medios gráficos, de radio y TV, medios digitales, empresas de telecomunicaciones, fábricas de papel, productoras artísticas, agencias de noticias, proveedoras de Internet, pero quieren mas. Sus voraces estrategias expansivas y monopólicas no conocen límites, desde canjes con el poder político para conseguir legislación a la medida de sus intereses, elaborar campañas mediáticas para levantar o bajar candidatos políticos, para luego “negociar” las jugosas pautas oficiales. La enorme influencia social que ejercen los multimedios, generando opinión, marcando tendencias, instalando temas de debate, sumado a su gigantesco poder económico, hace que no solo puedan influir en las instituciones, sino que ellos, ya por si mismos sean “el poder”.

En este contexto social, político y económico, el entorno del periodista sufre profundas transformaciones. Su lugar de trabajo ahora esta en la línea de montaje de la factoría de noticias, como un eslabón más de esta cadena industrial.

El sensacionalismo y el dramatismo que venden, el info-entretenimiento (el show de la noticia), el instantaneismo, o sea la velocidad en brindar la información, que priva sobre el análisis, para ganar tiempo y no perder la exclusividad (que convierten al notero en un mero intermediario entre el hecho y el receptor), la acumulación desmedida de información (como nuevo método de censura), la información sencilla, “cuidadosamente” seleccionada, estandarizada, (políticamente correcta y funcional al sistema), y expuesta siempre en consonancia a la línea, tendencia o intereses del medio; estas son algunas de las características del trabajo periodístico, bajo la impronta multimedia.

La rentabilidad ha tomado el control con mano de hierro, en las redacciones y en los estudios de radio y de TV. Al mismo tiempo, la diversidad y el pluralismo informativo van perdiendo terreno y, los pocos medios independientes son inviables y se convierten en piezas de museo. En consecuencia, el espectro de opiniones es cada vez más pobre y polarizado, en una sociedad convertida en rehén de las ambiciones económicas, de unos pocos grupos empresarios.

El quinto poder

La apropiación que están haciendo de Internet, cada vez más ciudadanos de todas las latitudes, significa una nueva tribuna para los periodistas, y también información “fresca” para un público necesitado de ella.

Los multimedios volcaron al formato digital sus medios tradicionales, diarios, revistas, radios y canales de TV on line, para captar el mercado internauta “convencional”, ofreciendo el mismo producto pero con distinto formato. Pero Internet como nuevo territorio, el tercer entorno parámetros en la comunicación. El viejo axioma que dice: “el transmisor determina todo y el receptor solo recibe”, deja de tener sentido, en un lugar en donde las comunicaciones son horizontales e interactivas. El receptor entonces, tiene oportunidad de participar en el proceso informativo, y de transformarse él mismo en transmisor. Comunidades de todo el mundo, están creando periódicos digitales, sitios, foros, portales donde vuelcan información aportada por todos los miembros del grupo. (Javier Echeverría) impone nuevos

Muchos periódicos electrónicos, ofrecen foros para comentar sus noticias, aportar datos y proponer temas, con tal fluidez y participación de la gente, que muchas veces, son más interesantes estos espacios que los contenidos. En los últimos tiempos a través de las populares bitácoras (weblog), infinidad de internautas se han transformado ellos mismos, en medios de comunicación. Pero el caso más emblemático lo constituye el diario digital surcoreano OhMyNews, que con una totalidad de contenidos aportados por la gente, empezó siendo un medio alternativo, y hoy, es uno de los más importantes y creíbles de ese país.

El cuarto poder ha colapsado, dice Ignacio Ramonet, ya no puede ni quiere cumplir con su histórica función de “perro guardián de la democracia”. Mientras tanto, gente de todo el mundo, está construyendo lentamente y con sacrificio, un quinto poder, para defenderse de los otros cuatro.

 
Sunday, April 30, 2006
 

El materialismo mágico
Por Daniel Héctor
El hombre tecnológico, rodeado de máquinas y cajas negras que estructuran su vida, ha adoptado la más supersticiosa de las supersticiones, la tecnológica.
La magia nació junto con el hombre, con su lenguaje.




El brujo de la tribu intuyó una fuerza poderosa que lo abarcaba todo, que era causa de las causas, sentido y esencia de la vida.
Miró con estupor las maravillas de la creación y con palabras vivas describió su éxtasis frente al misterio.
Los mitos fueron modelando la cultura y el conocimiento, a la par, el chamán asumió el rol de puente entre el hombre y la divinidad.
En afán de controlar las fuerzas de la naturaleza, éste convocó a dioses y demonios, a espíritus del bien y del mal; para lograrlo desarrolló técnicas secretas y misteriosas que llevó a cabo en la oscuridad de las cavernas o en la espesura del bosque. Encantamientos, tabúes, sacrificios, plegarias, maleficios, danzas y cantos rituales. Utilizó en estas artes: plantas mágicas, sustancias alucinógenas, sahumerios, fetiches, tótems y amuletos. El miedo y el poder fueron también parte del rito.
Todas las actividades humanas (medicina, agricultura, política) se marcaron a fuego por el conjuro del pensamiento mágico.
Con el transcurrir de las generaciones, las ceremonias y costumbres devinieron en tradiciones y como trasfondo, en la moral que guió la conducta de la comunidad.
Durante siglos los hombres confiaron férreamente en la magia y en las ciencias ocultas, hasta que la religión se impuso como un nuevo eje del poder.
La jerarquía eclesiástica, exclusiva intermediaria entre dios y el hombre, ejerció la autoridad máxima y el poder en la tierra. La fe y la moral religiosa fue un tributo a cambio de la tranquilidad y seguridad que la iglesia brindaba al creyente frente a la fragilidad de la existencia (el consuelo).
Hace apenas unos 300 años, al surgir otra forma de pensar y entender el mundo, se generó un duro debate en la sociedad teocrática. La interpretación de los fenómenos de la naturaleza por medio de la experimentación y el uso de la razón, significaron una nueva herramienta para el saber humano, pero así también, una amenaza para los dogmas y poderes dominantes.
La hoguera de la inquisición funcionó a doble turno; devoró libros, ideas y personas.
Pero la curiosidad pudo más que mitos y fundamentalismos.
La fuerza de la razón fue poderosa y se impuso con la contundencia de los resultados. Desmitificó milagros y supersticiones profundamente arraigadas, demostró que el fuego era un proceso químico, que la tierra no era el centro del universo ni estaba asentada sobre infinitas tortugas gigantes, que el color de la luz lo daba su frecuencia de onda.
Así surgió el pensamiento científico y éste cambió aceleradamente la faz del planeta, al tiempo que prometía a la humanidad, cumplirle todos sus sueños y utopías, o sea, el fin del hambre, del sufrimiento, de la enfermedad. Propuso la felicidad en la tierra. Propuso la libertad y la igualdad. Cayeron las monarquías y nacieron las democracias. Se empezó a hablar de los derechos del hombre. Se empezó a hablar del hombre. Dios ha muerto, proclamaban. Lo ha matado el mejor de los hombres, el hombre que piensa.
Sin embargo, el nuevo dios de la razón no pudo cumplir sus promesas.
Este siglo que se fue, fue el siglo de la revolución tecnológica y de la consolidación de la razón como dogma y única verdad posible, pero también, durante el siglo XX acontecieron las irracionalidades más grandes de toda la historia, guerras mundiales, holocaustos, bombas atómicas y químicas, junto al avance sistemático de la pobreza y la exclusión como nunca antes habían existido.
Las promesas de libertad derivaron en "neoliberalismo" (la ley de la selva) y las de igualdad, en dictaduras y autoritarismo.
El hombre tecnológico
La revolución tecnológica desenfrenada que se dio en las últimas décadas, de la mano de las tecnologías de la comunicación, ha desembocado en la llamada sociedad red, entramado global donde tiempo y espacio no existen. Donde la velocidad y la inmediatez son las máximas virtudes. Un entorno virtual donde pasado y futuro se funden en un permanente presente que se halla suspendido en el fulgurante monitor de plasma líquido. La comunidad "on line" es más "real" que la comunidad física y, la vida, el dinero, el amor, el poder; fluyen junto con la información (a la velocidad de la luz) por la fibra óptica. El hombre digital fascinado por estos hechizos, no se imagina un mundo sin celulares, sin computadoras, sin teléfonos, sin chats, Emails, ni video-games. Y ha adquirido la superstición más supersticiosa, la de la tecnología. Fervoroso devoto de la magia tecnotrónica, la reverencia más cuanto menos la comprende.
Al oprimir la tecla enter, una larga serie de artilugios se pone en movimiento lejos del entendimiento del hombre común, como varita mágica que seduce y atrapa con su carga de sorpresa, misterio y poder.
El hombre tecnológico vive rodeado de cajas negras que estructuran su vida cotidiana y la construyen como en un realismo mágico.
Umberto Eco sostiene que estamos tan acostumbrados a la tecnología e hipnotizados por su velocidad y eficacia, que la vivimos como una magia.
Y dice: "La magia ignora la larga cadena de las causas y los efectos y, sobre todo, no se preocupa de establecer, probando y volviendo a probar, si hay una relación entre causa y efecto", así traza una gruesa raya divisoria entre la tecnología y la ciencia.
La tecnología es consecuencia inmediata de la ciencia, pero ambas no están amasadas con la misma sustancia. Los caminos de la ciencia son lentos, en su ardua tarea de experimentar y encontrar las múltiples causas que generan un efecto. La tecnología en cambio, como la magia, lo brinda todo al momento.
La magia tiene su propia lógica y quizás no ignore las múltiples cadenas de causas que se necesitan para conseguir un efecto (como dice Eco); sus herramientas de trabajo no son la física o las matemáticas, su rigor esta basado exclusivamente en la fe, los símbolos y los mitos.
La old "new age"
"Los que no creen en nada creen en todo", sentencia un viejo refrán, y éste parece ser el leiv motiv del renacer místico y neo-religioso que se pavonea, tanto por los pasillos de la Net, como por los escaparates bestsellerianos de librerías y shopping centers.
La diversidad de este movimiento es muy amplia, pero todos los grupos responden a un patrón común: la búsqueda por parte del individuo posmoderno (desencantado de la razón) de un sentido trascendente para su vida. Habitantes de un mundo vaciado de sentido y donde todo parece estar permitido, los adeptos a esta gran religión sin dios, no confían en movimientos sociales, ni en las viejas instituciones. Las ansias místicas las canalizan a través del autoconocimiento y del crecimiento personal.
En un ansiado retorno a la tribu y a la naturaleza virgen, confluyen aquí, sectas sincretistas y chamánicas junto a filosofías orientalistas, cultos esotéricos, gnósticos y ocultistas que, paradójicamente utilizan el merchandising y el entorno tecnológico para expresar y difundir sus inquietudes espirituales.
El pulular de sectas satánicas, cultos necrofílicos y distintas variantes de la magia negra, son otro costado de este fenómeno, como también el auge de la denominada revancha de dios: los fundamentalismos islámicos y el integrismo cristiano que proponen un regreso a la teocracia medieval.
"La ignorancia avanza hacia un inmenso y temible porvenir" escribía Ernesto Sábato en momentos en que la II guerra mundial asolaba la geografía de la vieja Europa.
En su largo viaje evolutivo a los tumbos por la historia, el hombre ha partido de la ignorancia para regresar nuevamente a ella, quizás a una ignorancia mucho más sabia y estimulante; la de saberse ignorante.
 

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